LA VOZ Hermoso regalo, Helen, que a los humanos les diste, para que no se desvelen y nadie se ponga triste. Bravo por ti, y azucenas de las que tú nos regalas, que donde las almas buenas no existen las mentes malas. Y si de pronto algún listo supone que nos engañas, que busque la paz de Cristo tras tus traviesas pestañas. ¡Gracias a ti y cuantos suman con sabias palabras dichas, disipando las desdichas con milagros!, ¡Helen Schucman! Jesús María Bustelo Acevedo
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