TARDES SOSAS Y ESTÉRILES
Tardes sosas y estériles, lentas tardes de fiesta,
tardes interminables, tardes que se han pasado
sobre el lecho, leyendo a un autor olvidado,
o durmiendo una larga y perezosa siesta.
Salimos cuando el sol ya se había ocultado;
y fuimos a un café donde había una orquesta
que nos causó fastidio de nuestra vida honesta
evocándonos sitios que no hemos visitado...
Y al son de algún racconto fugaz de Rigoletto,
nuestra alma se explayaba en su anhelo secreto;
su anhelo hacia las cosas que nunca logrará...
Soñábamos mujeres vaporosas, lejanas,
que moran en las cálidas ciudades antillanas,
donde nuestro destino jamás nos llevara...
Andrés González Blanco
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