La Tienda de la Verdad

LA TIENDA DE LA VERDAD
 
Le tenemos mucho miedo a la verdad y preferimos hacer ídolos con la mentira.
No podía dar crédito a mis ojos cuando vi el nombre de la tienda: La tienda de la verdad. ¡Así que allí vendían verdad!
La correctísima dependienta me preguntó qué clase de verdad deseaba yo comprar: ¿verdad parcial o verdad plena? Respondí que,  por supuesto, verdad plena. No quería fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones. Lo que deseaba era mi verdad desnuda, clara y absoluta. La dependienta me condujo a otra sección del establecimiento en la que se vendía la verdad plena.
El vendedor que trabajaba en aquella sección me miró compasivamente y me señaló la etiqueta en la que figuraba el precio.    – Es muy elevado, señor – me dijo. – ¿Cuál es? – le pregunté yo, decidido a adquirir la verdad plena a cualquier precio. – Si usted la lleva – me dijo -, el precio consiste en no tener ya descanso durante el resto de su vida.
Salí de la tienda entristecido. Había pensado que podría adquirir la verdad plena a bajo precio. Aún no estoy listo para la verdad. De vez en cuando ansío la paz y el descanso. Todavía necesito engañarme un poco a mí mismo con mis justificaciones y mis racionalizaciones. Sigo buscando aún el refugio de mis creencias incuestionables.

Anthony de Mello

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