LA MÁS BELLA DE LAS ALMAS Ahora sé que mi guitarra ya no es más una guitarra; tan sólo me lo parece cuando mis manos la abrazan e ignorante doy por cierto que ella carece de alma... ¿Cómo puede carecer de aquello que enamorada me ofrenda en cada canción y siempre a cambio de nada? ¿Cómo creer, al sentir tanta risa y tanta lágrima, que tras su cuerpo sonoro pudiera no haber un alma? Mi guitarra, generosa, igual que tú, disfrazada, si no de carne, de sueños, de prendas y de palabras, sí de cuerdas y madera que sin ella no son nada, tiene, infinita y eterna, la más bella de las almas. Jesús María Bustelo Acevedo
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