EN EL TEQUENDAMA
Ya estoy aquí sobre la abrupta roca
de tu caída, Tequendama, empieza;
ya contemplo tu trágica belleza
que así al pincel, como al laúd provoca.
Y al ver que el agua su nivel disloca
para abismarse de su grande alteza
a tal profundidad, a mi cabeza
un pensamiento lúgubre se evoca.
Que así cayeron en fatal hondura,
como las raudas ondas, mis queridas
esperanzas de amor y de ventura.
Y si aquellas, el cauce recobrando,
salpican nuevas márgenes floridas
¡ay! yo por estas seguiré llorando.
Clodomiro Castilla
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