AL CRISTO DEL MILAGRO
Este Cristo al que busco, rezo y lloro;
este Cristo marchito y dolorido,
esquelético, triste y retorcido,
es el Cristo al que eternamente imploro.
Sobre Él la rosa de mi amor desfloro,
que es el Cristo tal cual yo lo he sentido:
sudoroso, sangrante, corroído
por nosotros crueles. Yo te exploro
con mis ojos. Por no querer mancharte,
te beso con mis lágrimas vertidas.
¡Oh, Cristo del Milagro, al contemplarte,
me perfuman tus llagas florecidas!
Eres bálsamo y luz cuando al rezarte
me iluminas y cierras mis heridas.
José Antonio Torrentbó de la Serna
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