SONETO
Mostróme un dedo amor blanco y hermoso
por entre unas ventanas cierta tarde,
no sé si es de la mano por quien arde
mi alma noche y día sin reposo.
Amor como es astuto y cauteloso,
cuando ve que me voy hace que aguarde,
mostrándome el traidor de tarde en tarde
un dedo, un ojo, un no sé qué gracioso.
Y yo de muy hidalgo y comedido,
dándome amor un dedo, me contento
con sólo verlo, y quedo muy ufano.
¡Ay cuán mejor será ser atrevido!,
que amor no quiere hidalgo encogimiento,
sino, si dan el dedo, asir la mano.
Damasio de Frías
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