SONETO
Cuando gimiendo por el sol que espira,
su torre gigantesca lanza al viento
grandïoso clamor que en ondas lento
hasta el confín del horizonte gira;
y en sus calladas naves do respira
de otros siglos el alto pensamiento,
la tierra olvido, y penetrar me siento
del Infinito a quien el alma aspira;
la quietud, las tinieblas, el misterio,
de los santos inmobles la mirada,
la antorcha del sagrario veladora...
Todo me dice allí con vago imperio,
plácido al corazón que se anonada:
¡Aquí habita el Señor! ¡Póstrate y ora!
Gumersindo Laverde Ruiz
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