A DIOS
Amo la luz que llega a mi ventana
y te saludo en ella cada día.
Y te respeto con la flor humilde
que se ofrenda a mi planta cuando paso.
Hallo tu gracia en la inocencia
que vuelve a las pupilas del anciano
y encuentro tu bondad en el olvido
del sueño y de la muerte.
Reconozco tu fuerza en el silencio
en que envuelves, celoso, tu Misterio.
Y está tu voluntad en la tristeza
con que el hombre se busca por hallarte.
Entre el vasto universo que me cerca
y la brizna de hierba
que se levanta al sol casi triunfante,
Tú me sales al paso.
Cuando intento doblar por las esquinas
Que llevan a la Noche;
cuando quiero escapar y me retienes
en la sonrisa cálida de un niño
o en un alero lleno de gorriones;
cuando muestro mi mano vacía de esperanza,
Tú llegas hasta mí. Y es tu presencia
sustento de este Amor que me redime.
(Acacia Uceta)
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