VEREDAS DEL PUEBLO
No hay vereditas más claras
ni más alegres veredas
que las veredas del pueblo,
¡ya te lo dijo el poeta!
Yendo por otros caminos
es muy fácil que te pierdas
y que nunca pueda estar
muy tranquila tu conciencia.
Fue en una tarde de julio,
tarde caliente y morena,
cuando emprendiste el camino,
¡malhaya la tarde aquella!
Que desde entonces España
se desangra por las venas
de sus hijos y sus campos,
y la miel de sus colmenas
se convirtió en odio y hiel
y en vientos de ruina y pena.
Pero le sobran alientos
de heroísmo que a la fuerza
en clarines de victoria
tienen que atronar la tierra
pregonando en alaridos
triunfales que sus cadenas
están rotas, y no hay quien
se atreva ya a componerlas.
Desde Córdoba a Teruel,
desde Toledo a Valencia,
el Ejército del pueblo,
como alud que se despeña,
va liberando a su patria
del yugo que la encadena;
de tan potente y audaz
no hay dique que lo contenga.
Cada infante en su fusil,
prendido en su bayoneta,
lleva un milagro de luz
cuajado de auroras nuevas,
y en su espíritu las alas
del bergantín de Espronceda.
¡Soldado del pueblo, vas
viento en popa a toda vela,
a reconquistar lo tuyo,
a librarte de miseria,
a hacer trizas tu ignorancia
con una fecunda siembra
de sueños y realidades!
¡Que ni de soñar siquiera
te dejaban los tiranos
que han despertado esta guerra!
Camino que no es camino,
ay, qué mal final le espera
al que te sigue y no va
por las alegres veredas
del pueblo, que son las claras
y por firmes duraderas.
Poeta Anónimo
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