Y he aquí que sus cinco mandamientos dan en efecto la paz al mundo. Todos ellos no tienen más que un objeto: la paz entre los hombres. Basta que los hombres tengan fe en la doctrina de Cristo y practiquen esta doctrina para que reine en el mundo la paz, no esa paz parcial, incierta, temporal, obra de los hombres, sino la paz universal, inviolable, eterna.
El primer mandamiento dice: Estad en paz con todos, no os permitáis considerar a alguno como
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vil e insensato. (Mateo, V, 22). Si la paz es violada, haced lo que podáis para restablecerla. El culto de Dios se dedica por entero a hacer desaparecer la enemistad entre los hombres (Mateo, V, 23, 34). Reconciliaos a la menor discusión para no perder la paz interior que es la verdadera vida. En ese mandamiento se dice todo; pero Cristo prevé las tentaciones del mundo que turban la paz entre los hombres y pronuncia el segundo mandamiento contra la tentación de las relaciones sexuales que turban la paz. No consideréis la belleza del cuerpo como un llamamiento a la voluptuosidad: guardaos de esa tentación (28-20); que cada hombre tenga una mujer, cada mujer un marido y que no se separen nunca bajo ningún pretexto (32). La segunda tentación que arrastra a los hombres al pecado es el juramento. Sabed de antemano que es un mal y no os comprometáis nunca por ninguna promesa (34-37). La tercera tentación es la venganza, que toma el nombre de justicia humana; renunciad a la venganza, no la ejerzáis con el pretexto de que os molestarán. Soportad las ofensas y no volváis el mal por el mal (38-42). La cuarta tentación es la diferencia de nacionalidades — la hostilidad entre los pueblos y los Estados. Sabed que todos los hombres son hermanos e hijos del mismo Dios; no rompáis la paz con nadie en nombre de la nacionalidad (43-28). Si los hombres se abstienen de practicar uno solo de esos mandamientos quedará violada la paz. Si los hombres practican todos esos mandamientos, el reinado de la paz se establecerá en la tierra. Dichos mandamientos excluyen todo el mal de la vida de los hombres.
La práctica de esos mandamientos debe hacer la vida humana tal como la busca y desea el alma humana. Todos los hombres serán hermanos, cada cual estará en paz con los demás y gozará de todos los bienes de la tierra hasta el término que Dios le ha concedido. Los hombres harán de sus machetes arados y guadañas de sus espadas. Entonces vendrá el reino de Dios, el reinado de la paz que anunciaron todos los profetas, que estaba próximo en tiempo de Juan Bautista y que Jesucristo proclamó y anunció citando las palabras de Isaías: "Ha reposado sobre mí el espíritu del Señor; porque el Señor me ha ungido y me ha enviado para evangelizar a los mansos y humildes, para curar a los de corazón contrito y predicar la redención a los esclavos y la libertad a los que están encarcelados; para publicar el año de reconciliación con el Señor." (Lucas, IV, 19; Isaías, LXI, 12).
Los mandamientos de la paz que nos dio Cristo, sencillos, claros, que prevén todos los casos de discusión y lo previenen todo, descubren el reino de Dios en la tierra. Así, pues, Cristo es efectivamente el Mesías. Cumplió lo que había sido prometido. Sólo nosotros dejamos de cumplir lo que la humanidad desea eternamente; por eso hemos orado y oramos.
"¿En qué consiste mi fe?" (León Tolstoi)
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