Hombre pretencioso, si tú supieras...
En tu loco afán de posesión,
en tu burda ceguera,
parcelaste la tierra, construiste fronteras,
envenenaste la atmósfera con vibraciones
de tu mente ambiciosa y egoísta,
inventaste mortíferas bombas,
cañones que vomitan destrucción.
Hombre pretencioso, ya no te basta matar
Ahora quieres volar, conquistar el cosmos
¡llegar primero!
Con máquinas pesadas y groseras
de ruidos estridentes
rompes la armonía celeste.
Hombre pretencioso... detente.
¿Qué has logrado?
Solo dolor y miseria, locura y destrucción.
Has pisoteado a tus hermanos
derramado sangre y lágrimas de iguales.
Hombre pretencioso... medita.
No busques por fuera.
Sumérgete en tu propio Cosmos.
Explora la selva virgen de tu ser.
Afina tu oído, aguza tu vista,
límpiate de impurezas;
encontrarás raras maravillas.
Hombre pretencioso, te lo voy a decir:
Naciste con legado divino.
Llevas la fórmula para construir
no una, sino varias naves espaciales;
vehículos bellísimos, sutiles, ligeros
de policromía perfecta;
capaces de surcar todo lo creado.
Lo harás con material fino y delicado,
material que llevas en ti.
Hombre pretencioso, ahora sabes...
No busques por fuera.
Adela Márquez
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