Buscaba yo a Dios en las páginas de un libro grueso.
Era un sabio el que lo había escrito.
Leía y leía, trataba de comprender, pero la lectura
se me hacía fastidiosa, y yo no encontraba a Dios.
Cerré el libro y miré por la ventana
abierta en la noche extasiada.
El cielo me abría su manto de estrellas,
plácidas y silenciosas.
Cuando entorné los ojos, sentí que había encontrado a Dios
por el camino de las estrellas.
Manuel Marín Triana
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