Carta a un amigo japonés

Querido amigo: 

En mis libros La verdadera vida y ¿Cuál es mi fe? encontrará usted la contestación a las preguntas que me dirige.

Es completamente inútil pertenecer a la doctrina de Cristo, de Buda, de Confucio, de Lao-Tsé o de Mahoma. No hay autoridad exterior a la que el hombre deba obedecer. Pero cada cual debe tener una religión, es decir, la explicación razonada y la definición exacta del objeto de su vida. Esta explicación, cada uno puede encontrarla en su religión, y es la misma en todas las religiones. Consiste en lo siguiente:

El hombre es un servidor de un poder supremo que se llama Dios, y debe cumplir la voluntad de ese poder. Su voluntad es la unión de todos los hombres, que puede realizarse por el amor. El que a ella se conforma no conoce el mal ni en la vida ni el la muerte.

Estas verdades están contenidas en todas las religiones: la de Buda, Brahma, Confucio, Lao-Tsé, Israel, Cristo, Mahoma; y no necesitan ninguna autoridad para ser admitidas y practicadas, porque encierran en sí mismas la autoridad más alta que puede existir: la aprobación interior de la conciencia.

Esta religión es la única que puede librar a los hombres de los males que se crean. He aquí por qué estoy seguro de que el primero y principal de los deberes de cada uno de nosotros es hacer desaparecer las supersticiones que deforman todas las religiones, y propagar esta única y universal religión.

Su amigo, León Tolstoi

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